El amor entre hombres desde los ojos de la mujer

♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡

El romance de los hombres es algo ajeno a mí. No soy hombre, no amo como ellos lo hacen, no siento lo que ellos sienten. Mi amor es diferente, no porque sea algo alienado a mí, sino porque en mi amor no cabe el conocimiento de ser un hombre. Las palabras que salen de mi boca no son las de un hombre, mi respirar no es el de uno, así que toda mi alma, mi manera de amar, mi forma de entregarme, es distinta. No puedo saber con certeza cómo se sienten ellos al amar, solo puedo intuir, observar y especular desde mi propio entendimiento.

Cuando miro a un hombre enamorado, veo dulzura y amabilidad, pero también una combinación peculiar de feminidad y masculinidad entrelazadas. Como si fueran un equilibrio entre lo tierno y lo firme, entre la necesidad de proteger y el deseo de ser protegidos. Pero, ¿es esto real o es solo mi percepción, filtrada por lo que espero ver? Tal vez el amor de los hombres sea más bestial, más animal, agresivo en su intensidad… o quizás no. Quizás solo es un estereotipo que arrastro sin darme cuenta, una idea impuesta por historias y conceptos antiguos sobre la forma en que los hombres desean, sobre cómo la pasión en ellos se traduce en algo rudo, voraz, imparable.

He notado que en las historias de amor entre hombres escritas por otros hombres, hay una desesperación contenida, una necesidad que parece no saciarse nunca. Su pasión no es dulce, es intensa, urgente, como si el amor fuera una llama que consume, un fuego que no da tregua. En esas historias, el amor parece ser una batalla contra la soledad, contra el vacío, un intento de poseer, de ser poseído, de llenar con besos y caricias un hambre infinita. Hay algo crudo en su forma de amar, una entrega sin adornos, directa, sin rodeos.


Pero cuando veo el amor entre hombres escrito por mujeres, hay otra cadencia, otro ritmo. La pasión sigue ahí, pero es más delicada, más contenida. Se siente como si el tiempo se congelara en ciertos momentos, como si el amor fuera una contemplación en lugar de un frenesí. Hay una apreciación por los detalles, por los silencios compartidos, por las miradas que lo dicen todo sin necesidad de palabras. La ternura se vuelve protagonista, la conexión emocional se enaltece, y el deseo, aunque sigue siendo intenso, no es una llama que devora, sino una brisa cálida que acaricia.

No sé cuál de estas versiones es la correcta, si es que hay una única verdad en el amor de los otros. 

No entiendo el amor ajeno al mío, pero me fascina. Me intriga cómo la percepción que tenemos del amor puede variar tanto dependiendo de quién lo observa, quién lo narra, quién lo vive. 

Tal vez nunca pueda comprenderlo del todo, pero seguiré mirándolo con la misma fascinación con la que se observa algo hermoso e inalcanzable, algo que se desea entender pero que sigue siendo un misterio.

.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖.𖥔 ݁ ˖

Comentarios

Entradas populares